lunes, 16 de febrero de 2009

dos señoras gordas hablan del país,por Claudio Díaz

“¡Lo que le hicieron a Nelson Castro es gravísimo. No lo puedo tolerar…! Quiero que hablemos de este tema porque no es posible que vuelvan a ocurrir estas cosas”.

Por Claudio Díaz

Una Norma Aleandro indignadísima, casi al borde de la histeria, llama por teléfono a Magdalena Ruiz Guiñazú para expresarle su angustia por la situación del conductor radial que se ganó el afecto de un sector de la tilinguería informada con su particular estilo: el de una vecina de barrio que en la cola del almacén se queja de que todo lo que pasa a su alrededor (el aumento del tomate, la escasez de monedas, la sequía) es culpa del gobierno.

Ese contacto de la actriz, narrado por la propia Magdalena, derivará en una charla entre ambas en la casona que aquella tiene en Belgrano. Y saldrá publicada en la edición de Perfil del 8 de febrero. Es una conversación deliciosa, llena de complacencias y guiños afectuosos (como corresponde a dos buenas amigas), que nosotros sólo nos animaremos a interrumpir cuando consideremos que se impone meter un bocadillo.

“Todo esto me parece muy grave –explica Norma- porque tenemos una experiencia de vida que nos lleva a reaccionar. Me refiero a los que estamos por la República y la democracia (…). Lo de Nelson Castro colmó mi resistencia. Por eso te llamé: porque quería enterarme bien de cómo habían ocurrido las cosas. Yo no conozco a Nelson Castro. Es una persona a quien respeto, como respeto a otros periodistas que no son partidistas sino que tratan de mostrarnos la realidad”.

Como Magdalena permanece callada, uno aprovecha para meterse en el medio de la charla y preguntarse (aunque no vaya a obtener respuesta) cuándo estas dos mujeres estuvieron por la democracia. La actriz se fue a España hacia 1975 tras denunciar que había sido amenazada por la Triple A. Volvió a la Argentina a mediados de 1976 y trabajó en cine y teatro sin que nadie la persiguiera. La periodista, en tanto, hizo de sus giras mundiales con el programa Videoshow su gran aporte al conocimiento de lo que pasaba en nuestro país en aquellos años. Y en 1980 participó junto a otras colegas de la recordada entrevista al ministro del Interior, Albano Harguindeguy, a quien protegió con un candor de virgen.

Gracias a los archivos podemos recordar un pasaje de aquella jornada memorable. Magdalena decía entonces que en los noticieros de la televisión argentina había autocensura y que mucho de lo que salía al aire estaba controlado. ¡Epa! Miren a la Ruiz Guiñazú… ¡Qué “ovarios”, señores…! Aunque no quieran creerlo así denunciaba lo que pasaba: “Le voy a dar un ejemplo, señor Ministro: el año pasado hice una nota especial en el Congreso de Ginecología, donde se debatió la importancia de la píldora. ¡Y no me lo dejaron pasar…!”. Ah, era eso… Bueno, algo es algo. Así y todo, el general se enojó un poco por lo que le dijo la jugadísima periodista. Pero Magdalena lo calmó con esta caricia: “No queremos que usted crea, señor ministro, que estas son acusaciones en contra suyo. Son simplemente comentarios que le hacemos para que sepa qué es lo que a veces se dice y piensa…” (ver Para Ti, 14 de agosto de 1980).

Pero sigamos presenciando el “te-canasta” de estas dos señoras gordas en Belgrano “R”. Continúa hablando Norma… “Te repito: hay muchas cosas que me parecen muy graves. Esta última de Castro es, definitivamente, taparle la boca a alguien que no está de acuerdo con algunas acciones del gobierno. Por eso ayer tomé el teléfono y te llamé, porque sé que me ibas a contar la verdad del asunto. Cuando hablé con vos me intranquilicé todavía más, porque me dí cuenta de que los hechos no eran solamente una sensación mía, personal, porque no había mediado ninguna pelea con los dueños de Radio del Plata sino que, con un contrato todavía vigente, habían dejado afuera a este señor, que es un periodista respetable”.

-Pensé que realmente estabas muy preocupada…

-Por supuesto. Y creo que estas cosas merecen que todos nos preocupemos.

El foco de la charla sigue haciendo centro en asuntos que las dos amigas no dudan en vincular a actos de censura y persecución del gobierno contra los adalides del periodismo independiente. Lástima que en ningún momento, ni la actriz ni la conductora radial traen a colación la denuncia del periodista Chavo Fucks, de la misma Radio del Plata, quien no tuvo problemas en contar que Nelson Castro se hace víctima de una supuesta censura cuando en realidad lo que buscó es que le aumentaran de forma desmedida el ya de por sí desmedido sueldo que percibió durante 2008. ¿Quieren saber de cuánto hablamos? Hasta diciembre pasado, Castro cobraba 110 mil pesos por mes. A partir de enero de este año pretendía 225 mil…

Dice Aleandro: “Nunca hemos tenido en estos años de democracia cosas tan graves. Tergiversar y manipular la realidad… Considerar enemigo al que no piensa como uno…”. Se ve que no recuerda la persecución del Grupo Clarín a Liliana López Foresi, echada sin miramientos y hasta amenazada por no callarse la boca cuando en los ’90, desde el noticiero nocturno de Canal 13, trataba de desentrañar la traición del menemismo. Y eso por no hablar de las otras tergiversaciones y manipulaciones que los medios privados producen a diario.

Mientras tanto, Magdalena, que para demonizar a los gobiernos peronistas es una santa, contribuye a ensombrecer esta atmósfera de “listas negras” del kirchnerismo al apoyar las palabras de aquella con un… “Vos, particularmente, has vivido en carne propia lo que significan la censura y el exilio”. Con lo que ya podemos imaginar el próximo escenario de nuestra prensa independiente. Nelson Castro, que sufre tanto la censura que tiene su programa semanal de TN y escribe para Perfil, podría viajar todas las mañanas hasta Montevideo (o a Colonia, que es más pintoresca) para realizar su programa de radio, y así tener un espacio desde el cual denunciar lo que no le dejan de este lado del Plata. Sí, una suerte de medio exilio en Uruguay, igualito que en la época de Rosas o de Perón, cuando nuestras clases ilustradas eran perseguidas por los tiranos depuestos.

Continúa la conversación. “A mí me parece que lo que está pasando, como distorsionar la verdad o prohibir a gente en su trabajo por desacuerdos políticos, son cosas gravísimas, pero que también preanuncian algo peor. Entonces creo que hay que estar alertas, hacer lo que se pueda para revertir la situación o, al menos, para que nos escuchen. No nos podemos quedar quietos en casa sin hacer nada”.

-Es como para preguntarnos: Norma, ¿qué nos pasa a los argentinos que cíclicamente caemos en la tentación autoritaria?

El llamado de la actriz a cerrar filas contra el “demonio” que nos gobierna, como asimismo el respaldo de la anfitriona a lo que sin duda es una descabellada visión sobre la realidad argentina, suenan preocupantes. ¿De qué están hablando estas mujeres? ¿Es que acaso estamos en presencia de una dictadura?

Para colmo, ya casi en el final del encuentro, ambas se quejan de que a los argentinos les falta “cultura democrática”. Norma Aleandro repite esos trillados conceptos de manual de escuela primaria. Se lamenta de que “¡nos escamotearon a Sarmiento! Yo iba al Normal Nº 9. Cantábamos el Himno a Sarmiento al llegar y a la salida, pero de Sarmiento, de sus libros y de sus ideas en las que explicaba cómo podría evolucionar el país, poco y nada. Nos quitaron cosas que podrían habernos dado una educación democrática”.

Avísenle que el fondo de época de los prohombres de nuestro liberal-cipayismo era el que marcó a fuego el gran maestro con su lengua hecha látigo y su pluma de plomo. Verdadero apologista del terror que escribió cosas como aquella de:
“Costumbres de este género (se refería a la forma de vida de los gauchos y su manera de interpretar el país) requieren de medios vigorosos de represión, y para reprimir desalmados se necesitan jueces más desalmados aún (...).

Y eso por no recordar esta otra muestra de civilización y democracia. “¿Lograremos exterminar a los indios? Por lo salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar (...). Esa canalla no es más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso, su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se les debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado” (En El Progreso del 19 de mayo de 1857).

El te ya está frío. Y la conversación, que todavía tiene algunos pasajes más, ya no se aguanta. Es suficiente. Así hablan dos señoras gordas de la ilustrada y reputada Buenos Aires. No, claro que no tienen el grueso perfil de una Carrió o de una Stolbizer. Pero en el fondo, Aleandro y Ruiz Guiñazú son como ellas. Dos señoras gordas de billetes, de filosofía liberal, de vanidad racial, de ignorancia.

www.elortiba.or

5 comentarios:

Comando Megafon dijo...

Naaaa... Claudio, cada vez sos más tigre. La otra vez, cuando hablamos por teléfono y medijiste que andabas mal de un tobillo pero que aprovechabas tu estancia de no poder caminar bien pero que desde tu casa de Haedo ibas a ponerte a escribir ..... y ¡¡¡LO ESTÁS HACIENDO REBIEN !!!

Coco.

Mario Paulela dijo...

TNembaum dijo que si Norma Aleandro, que trabajó en "La historia oficial" estaba preocupada, todos teníamos que estarlo. Parece que actuar en una peli es chapa de demócrata. Puaj, estas señoras sudan republicanismo modelo revolución libertadora. Qué obscenidad, caramba! Pensar que en la Europa de la posguerra, a los colaboracionistas se los castigaba. Acá se los respeta.
Muy buen texto!

cpm dijo...

no la que actuao en la historia oficial y la que participo en el buenisimo "clan Stivel", no era Norma era su gemela zurda,siempre se encarga de aclararlo. hola Patricio :)

patricio dijo...

coco:saludos......

Mario:dime quien te respeta y te dire quien te paga, por que hay respetos que no son gratis.

claudia:un beso.

Anónimo dijo...

te cuento algo
no hubo persona más malvada en l Teatro San Martin que Norma A.
maltrataba a todo el mundo
se hizo comprar litros de un perfume,Opium, porque ella no podía usar otro
y no permitia que nadie "oliera" a otra cosa que no fuera Opium

No quiero seguir.


Cualquier trabajador municipal de esa época avalará mis palabras.

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