sábado, 23 de marzo de 2013

Patas negras.

Por Ricardo: Los comisarios retirados de la Bonaerense Alberto Sobrado y Luis Vicat son dos almas contrapuestas. El primero supo ser un apreciado cuadro entre los oficiales de la línea dura y fue puesto al frente de la fuerza en agosto de 2002. El otro, especializado en seguridad bancaria, era un uniformado atípico y encabezó desde octubre de 1996 –luego del escandaloso desplazamiento del comisario Pedro Klodczyk– el Área Especial de la Secretaría de Seguridad, encargada de investigar a los altos dignatarios de la "Maldita Policía", algo que sus camaradas jamás le perdonaron. Ahora sus nombres han vuelto a cobrar notoriedad: Sobrado acaba de ser beneficiado por el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) Nº 1 de La Plata con una increíble absolución en una causa por enriquecimiento ilícito, mientras, en esa misma ciudad, el TOC Nº 3 comenzaba a juzgar a Vicat por malversación de fondos públicos, en un proceso cuyo taquígrafo bien hubiera podido ser el mismísimo Franz Kafka. Situaciones diferentes, por cierto, pero con un mismo denominador común: el oscuro vínculo entre la justicia de la provincia y la corporación policial. En el banquillo de los acusados, Sobrado lucía una expresión impasible. Con algunos kilos de más y gruesas gafas de lectura, costaba reconocer en su figura a quien, diez años antes, había sido el máximo jefe de la díscola Bonaerense. De hecho, a los 45 años, fue el oficial más joven de la historia en llegar a ese cargo, durante la gobernación de Felipe Solá. Ya entonces despertaba pasiones que oscilaban entre la fascinación y una tenue desconfianza. Hombre de buena presencia, modales afables y conversación florida, se las ingenió para encantar por igual al influyente Juanjo Álvarez –en ese entonces, ministro de Seguridad de la Nación– y al senador provincial Horacio Román, el cacique duhaldista de Morón que desde la Comisión de Seguridad de la Legislatura platense fue el gran operador entre la Bonaerense y el poder político de turno. De modo que, bajo su amparo, Sobrado transitó la etapa más intensa de su carrera en la Departamental Morón. Allí se vio involucrado en la evasión de un detenido, previo pago de 10 mil dólares y en dádivas a sus oficiales, quienes fichaban por "averiguación de antecedentes" a personas detenidas por delitos graves. El arribo de Sobrado a la cúspide de la fuerza contó con el beneplácito del comisariato. Pero su caída en 2003 fue estrepitosa, y sucedió cuando la revista Veintitrés puso al descubierto una transferencia bancaria no declarada por 300 mil dólares hacia una cuenta a su nombre. A continuación, saltaría a la luz que Sobrado poseía cuentas en bancos de las islas Caimán por casi 2 millones. Ese es el motivo por el cual desde el 6 de marzo de 2013 –a sólo diez días de prescribir el expediente– fue juzgado en La Plata por el TOC Nº 1. Sobrado aseguró haber heredado de sus padres tres hoteles capitalinos, un autoservicio, dos departamentos, dos fincas en el Conurbano y una propiedad en General Belgrano, junto con 460 mil dólares y tres cuentas en la Comisión Nacional de Valores por la compra de acciones. Extrañamente, en los diez años que duró el proceso penal, la pesquisa no pudo detectar el origen ni los movimientos de los fondos que poseía Sobrado en sus cuentas bancarias. Al respecto, los peritos explicaron: "No hay información continua que proyecte sus variaciones económicas." Ello bastó para que el tribunal –integrado por Lidia Moro, Samuel Saravi Paz y Guillermo Lambombarda– lo absolviera por el beneficio de la duda. Al oír el veredicto, Sobrado conservaba su expresión impasible. Vicat –ahora abogado y consultor periodístico– seguía no sin curiosidad a través de los medios el juicio a Sobrado, cuando, en el primer sábado de marzo, recibió la llamada de un cronista amigo. "Me enteré que en unos días arranca tu juicio oral", fueron sus exactas palabras. A Vicat le costó entender a lo que su interlocutor se refería. El tipo parece escapado de una novela de Alejandro Dumas: su mirada algo melancólica, rematada por un tupido bigote de mosquetero, le confiere un gesto ambiguo, entre amargo y divertido. De su pasado policial, se lo recuerda por un trepidante episodio: el allanamiento –a fines de 1996– de la Comisaría 1ª de Avellaneda, un bastión del comisario Mario "Chorizo" Rodríguez, el delfín más peligroso de Klodczyk. En tales circunstancias, el jefe de aquella seccional, comisario Fausto Cabello, se hallaba enfrente, de espaldas a la dependencia, conversando con un narco que acababa de entregarle un ladrillo de cocaína. Este, de pronto, enarcó las cejas al ver a los hombres de Vicat, que corrían en sincronía y con fusiles automáticos hacia la sede policial. En ese instante, apuntó una pistola sobre los genitales del tembloroso comisario, recriminándole: "¡Hijo de puta, me entregaste!" La respuesta fue: "¡Vos estás loco!" El narco bajó el arma, y dijo: "Entonces, boludo, te están tomando la comisaría." El policía volteó la mirada, antes de correr con premura a su lugar de trabajo. El sitio fue tomado por Vicat sin derramamiento de sangre. Ahora, a casi 17 años de ello, Vicat volvió a oír a través del auricular: "En unos días arranca tu juicio oral." Y le vino a la mente una añeja situación. En noviembre de 1998 –a casi un año de su retiro– un custodio de su estudio jurídico recibió en su ausencia una caja con papeles de una causa judicial contra un ex subalterno. Al día siguiente, la no deseada tenencia de aquella documentación por parte de Vicat hizo que –después de una presunta denuncia anónima– una comisión policial irrumpiera en el lugar. Allí, además de esa caja, fue secuestrada documentación de pesquisas en las que intervino Vicat y 129 mil pesos, fruto de un negocio privado. Todas las acusaciones al respecto –espionaje, abuso de autoridad, asociación ilícita– fueron desplomándose o prescribiendo, menos la de malversación de caudales públicos, delito sobre el cual se atribuía la suma incautada. Debido a ello, Vicat está ahora en el banquillo de los acusados. Él cree que ello es un "vuelto" por comentarios suyos vertidos en los medios sobre la actual cúpula de la mazorca provincial. Mientras tanto, los integrantes del TOC Nº 3 –Ernesto Domenech, Liliana Torresi y Florencia Butiérrez– asimilan con suma incomodidad el desesperado esfuerzo de la fiscal Victoria Huergo por probar el origen ilegal de los billetes hallados en el estudio de Vicat. Ya se sabe que, a semejanza de algunos arrabales, ciertas zonas de la justicia son tierra de nadie.
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