sábado, 28 de noviembre de 2009

El Matrimonio y crispa que te crispa

por Orlando Barone:

Qué miseria ese adicional de 350 pesos a los jubilados. Que les paguen el 82 por ciento móvil, si total sale todo de la caja. Y que expliquen el escándalo de Antonini. Y en lugar de la reforma política, ocúpense de la reforma moral. No persigan más al periodismo; persigan a los delincuentes. Basta de piqueteros: enciérrenlos. Encarcélenlos. A los pibes chorros, leña. Nada de terapia, condenas. Este somero resumen se derrama libremente entre una gran parte de la sociedad ya derramada.
Quien puso de moda la palabra “necedad” más que un actor es un lingüista. En una mesa de reina un lenguaje de reina. Aunque, si en lugar de necedad hubiera dicho “pelotudez” habría sonado menos metafórica y más genuinamente plebeya. Lo cierto es que si el derrame va por ese lado y no por otro, un escritor, para asegurarse el éxito de un libro, no debe dudar acerca de para qué target escribirlo. La temporada de playa exige literatura ligera.
Sí, acertaron: voy a escribir un libro antikirchnerista. En las librerías saldrá como corrupción caliente. Esto de la corrupción es algo que no entiendo: si en el Gobierno se están robando todo, más que todo cuanto se robaron desde el virrey Sobremonte hasta el corralito, ¿cómo hacen estos garcas del Gobierno para tener plata y disponer de la asignación universal a seis millones de chicos y el aporte extraordinario a cinco millones de jubilados? Para mí que deben estar fabricando billetes con alguna máquina impresora que le confiscaron a Gostanian. Se me ocurre el título para ese libro, El Matrimonio. Así a secas y cualquiera lo entiende. Porque la referencia a cualquier otro matrimonio habría que especificarla, matrimonio clásico, de divorciados, de homosexuales, de hermafroditas, etcétera. Hay de todo. Pero el matrimonio que inspira el libro es el que todos ya saben, desde Joaquín Morales Solá hasta Elisa Carrió. No simboliza la ya obvia combinación estándar de dos vidas y su consiguiente prole, sino que adquiere un  significado vincular políticamente temible. El Matrimonio -el libro- no requiere esclarecer su temática, si es prosa o poesía; si es de historia, de investigación o de denuncia. O de ficción, es decir, periodístico. Pensar que antes la ficción era un género de alta gama. Ahora, no. El periodismo ya se la ha apropiado definitivamente sin declararlo. Entonces -decía-, no hace falta ninguna advertencia a los lectores. Cualquiera enseguida se dará cuenta a qué se refiere el libro. Se va a consumir a destajo, porque su consumidor no va a leerlo sino sólo a comprarlo para odiarlo. Únicamente eso, será un libro cuyo target es el mercado del odio. No de clase, ni de ideología, ni de proyectos de país, sino odio al pedo. Odio por el odio, la banalidad del odio. Peor, la costumbre.
Al principio pensé en publicar un libro que se titulara El Campo. Desistí,  porque ya dejó de ser original y la palabra misma produce un profundo tedio carente de pasiones. El Matrimonio, en cambio, calienta.  Estoy entusiasmado con la idea de la tapa. Simularía el diseño dramático de un glaciar patagónico contaminado. Un glaciar turbio, casi negro. La imagen o la foto, para tener mayor carga abismal, debería haber sido captada por Pino Solanas. No hay como él para estas cuestiones colosales donde los seres estúpidos e inocentes
-la mayoría, nosotros- somos presa de una conspiración multiglobal y cósmico-espacial que está por saquear los elementos básicos del planeta: el agua y el aire. Lo que queda. Además, le agregaría como detalle un chiste de Nick para reírse, pero no precisamente del chiste. ¿Entienden? El prólogo se lo daría a escribir al cardenal Jorge Bergoglio para ver cómo se las arregla con las contradicciones.
Por un lado, la de defender la dogmática institución del matrimonio, por el otro, la de despotricar contra ese temible “matrimonio” que vino del frío mediante alguna parábola de múltiples significados, y por otro, la de abominar el matrimonio gay. Aunque esta abominación luce como un recurso para defender a Mauricio Macri, haciéndolo quedar como un joven equivocado, pero, que de tan democrático se adecua a las tendencias sociales aun asumiendo el descontento religioso.
El reto de Bergoglio a Macri fue una caricia, ya que le insufla unas inasibles moléculas progresistas que el sol del Este hará desaparecer rápidamente. En ese sermón clerical -sospechosamente teatralizado-, la Iglesia, a su vez, nos demuestra que no sólo se opone al Matrimonio porque el Tedeum de la Patria fue apartado de la escena, sino que también se opone al gobierno de la Ciudad, en franca demostración democrática. Una jugada pública digna del mejor alambique jesuítico. 
Sueño con que el primer capítulo de mi libro empiece así: “Cuando en El Calafate todavía no se corrompía ni robaba, y las únicas sombras que había eran las del bosque de abetos, y las puras tierras y sus límpidas aguas no habían sido estragadas por la codicia del ‘matrimonio’, nombrarlo remitía dulcemente a un paisaje feliz aún ajeno al saqueo moral e inmobiliario del que muchos años después sería víctima”. ¿Qué les parece? ¿No tiene un vago aire a Macondo? 
Para continuar con los estilos literarios recurro a Diario Popular que, contrariando los prejuicios que lo asociarían más al guiso y al chipá, se ocupa del estilo del chef Francis Mallmann observado en uno de sus épicos viajes gourmets por la estepa patagónica. Leo: “Cuando Mallmann se sentó sobre una roca a comer la ensalada, dijo: ‘Está como el día de hoy, deliciosa y peleadora. Hay una guerra en la boca producida por el ajo y el vinagre, y la armonía la intentan acercar la zanahoria y el apio...’” . La exquisitez logra su esplendor cuando el cocinero describió una hierba silvestre que incorporó a la ensalada. Dijo: “Amarga como el horizonte”. Pero Diario Popular no puede con sus genes prosaicos y concluye por su cuenta: “Sublime y poético como una milanesa de dulce de batata”. Igual me queda la incógnita acerca de cómo supo Mallman que el horizonte tiene gusto amargo.
Tampoco sé -me voy por las ramas- y es para mí una incógnita, por qué en La Plata no hay pollerías. No. Lo que hay son “pollajerías”. Vaya a saberse qué razonamiento idiomático hizo escuela allí y ha quedado así consagrado para nombrar a las pollerías. Disculpen, quise decir “pollajerías”.
Ya que estoy en la alimentación les anticipo lo que ya empezarán a anticipar los heraldos negros mediáticos para cagarle a la gente no sólo las fiestas de fin de año, sino para cagarle también las vísperas y las expectativas. No sea cosa que la gente se crea feliz aunque fuere un instante. Minga. Ni lo sueñen. Meta crispación y discordia. Ya desde ahora hay que ir anunciándole que va a aumentar el pollo. Y que cada vez vendrá más incoloro, inodoro e insípido, si eso es posible, porque más no se puede. Y además, que va a costar más caro que el lomo Y que el lomo también va a aumentar. Y el chancho. Y la merluza. Y hasta van a subir de precio las pasas de uva. Se van a vender de a una. Y, como broche negro, y aunque nadie lo tenga pensado para el menú de las fiestas, anunciar que el kilo de pulpo va a aumentar más que la bobina de Papel Prensa. ¿Más? Y sí, no les van a vender papel barato a esos diarios de mierda que no son diarios-diarios, como los de los socios propietarios. Para qué carajo tiene que haber más que nuestros dos diarios. A lo sumo, algún que otro diariucho provinciano maniatado a la bobina. El pulpo siempre sale caro. Todo sale caro, el optimismo estúpido o el pesimismo vivaracho; seguir las teorías tranquilizadoras de Leipzig o al contrario, las desoladoras de Schopenhauer.
O decir que éste es el mejor de los mundos, o que es el peor.
No hay duda de que la crispación es un estado de ánimo mediático. Al que esta crónica adhiere. Crispa que crispa el crispado, que se crispa solo sin que nadie lo crispe. Mejor será que la sigan chupando.


http://www.revistadebate.com.ar/

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Semiótica de las falacias burguesas y el fetichismo de las canalladas

Por Fernando Buen Abad:

No son pocos los ideólogos de la farándula intelectual mass media que, en defensa de sus patrones y sus cuentas bancarias, sostienen la peregrina idea de que el “rating” [1] es lo mismo que la expresión democrática del voto. Inflamados con impudicia docta y con moral de publicistas, tales pensadores se empeñan en convencer al mundo de que todo vale, que todo es lo mismo y que, por ejemplo, ver la “tele” es lo mismo que acudir a las urnas. He ahí el evangelio de la degradación neoliberal y posmoderna.

Era de esperarse que la concepción burguesa de la “democracia” elevara a rango de episodio electoral el hecho de mirar un programa televisivo. Es ese el calibre de su megalomanía. Es su manera, tontita, de legitimar la imposición monopólica de sus discursos haciendo pasar por acto de “elección libre” lo que en realidad es coacción contra televidentes, lectores y espectadores... condenados a sufrir mucho de lo mismo y a todas horas. Elegir en muy difícil cuando poco es diferente. Es el sueño de los monopolios. Mientras el rating es un sistema de medición, ideado y practicado por ellos mismos y para sí, para cuantificar qué porcentaje de aparatos receptores sintonizan un medio o un producto específico, en un momento dado; el voto, si es verdaderamente democrático, (voluntad de la mayoría) es, entre mil cosas, expresión histórica de la vida colectiva dispuesta a tomar las riendas de su historia. Lo únicamente nuevo lo será si es socialista. En no pocos lugares la crisis de credibilidad en que han caído los políticos burgueses ha motivado a los payasos mediáticos a pronunciarse en materia de problemas sociales. Se erigen en líderes de opinión. Hablan de la “pobreza”, la “inseguridad”, la “drogadicción” y la “corrupción”... siempre en tercera persona, azorados y atónitos por los grados de deshumanización en que ha caído el pueblo. Es decir, los otros. Como si recién llegaran al planeta y no tuviesen idea histórica sobre los estragos infernales del capitalismo. En México, en Bolivia, en Argentina, en Venezuela... por todas partes ensayan el tono demagógico que su conciencia de clase les provee para llenar el vació de confianza producido por sus políticos. Se disponen a liderar un renacimiento moral que estire la vida del capitalismo todo lo que se pueda. La farándula sueña con volverse heroína.

Dicen, en todo el continente, que ellos también tienen derecho a hablar. Que son ciudadanos iguales que el resto. Que tienen tanto derecho como los “políticos” porque el público los elige a diario. Que eso los legitima y que con eso basta para llamar a movilizaciones, eso si, “pacifistas”, claro. Lo han hecho en todo el continente y su imaginación sólo les alcanza para protagonizar un desplante efímero y estereotipado en el que se visten de blanco, encienden velitas, teléfonos celulares y esperanzas de filantropía burguesa. Punto final. Y se sacan videos y fotos para llenar sus noticieros y álbumes de vanidad familiar. Es la etapa actualizada del viejo “cuarto poder”, truco ideológico y sedicente para asustar estudiantes. Poder sin urnas, poder sin consenso, poder monopólico, autoritario y dictatorial que disfraza su moral de “libre empresa”, economía de mercado (monopolizado) y discurso único... con túnicas demagógicas. Y dicen que son así porque el público así lo quiere.

Voto decisivo

Un ejercicio continental, democrático y participativo, dispuesto a democratizar (con votos) realmente los medios de producción comunicacional, podría por ejemplo multiplicar los foros de debate, la movilización social y los referéndum que evaluaran, profusa y profundamente, los estragos producidos por los mass media burgueses contra los niños, los adolescentes las mujeres y los trabajadores. Que evaluara y sancionara, con votos democráticos de verdad, cuánto han invertido e invierten los monopolios mediáticos en golpes de estado y magnicidios. Cuánto invierten en legitimar caciques banqueros, terratenientes y empresariales. Cuánto abonan y pagan para profundizar la alienación y deformar la realidad mientras criminalizan, calumnian e invisibilizan las luchas sociales en todas partes. Votemos.

Un referéndum continental, bien informado con pruebas científicas sobre el desastre generado por las oligarquías mass media, con evidencias nítidas sobre la asimetría tecnológica y el derecho a las herramientas de producción... un referéndum con fundamentos hacia una nueva legislación socialista que garantice la justicia comunicacional en términos de derecho y de igualdad de condiciones para la participación de todos los movimientos sociales... un referéndum con voto directo y comprometido que sea capaz de poner a consideración de todos la urgencia de una nueva educación para la producción comunicacional y la urgencia de lenguajes nuevos con programación liberada de la esclavitud publicitaria e ideológica del capitalismo. Un referéndum, en fin, hacia una concepción absolutamente nueva sobre el uso de los medios de comunicación como herramientas emancipadoras y como ventanas de espíritu revolucionario de los pueblos. Votemos.

Mientras avanzamos hacia ese consenso, producto de nuestra organización y nuestra movilización, con un programa de unidad y acción directas e inmediatas, llamémonos a perfeccionar la crítica contra todas las trampas ideológicas burguesas que se pasean impunemente por todos los medios. Esto es un problema de seguridad nacional, tan peligroso y amenazante como las bases militares en Colombia. Hacia una Corriente Internacional de la Comunicación Socialista.

Rebelión/Fundación Federico Engels/Universidad de la Filosofía
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