lunes, 25 de agosto de 2008

La amenaza y la profecía

Por Sandra Russo

Termino de leer en el diario que Elisa Carrió llamó a una conferencia de prensa en la que advirtió que es posible que el gobierno de Cristina “no llegue a diciembre”. De un tiempo a esta parte, Carrió ha logrado con su conducta y su personalidad política algo insólito: imperceptiblemente, casi sin que nos demos cuenta del viraje de sentido de sus palabras, cuando Carrió advierte que es posible que (de no hacer lo que ella va creyendo con el correr de los meses que es lo correcto) no llegue a diciembre, uno lee que Carrió desea que el gobierno de Cristina no llegue a diciembre. Desplazada de la escena central en estos días, corrida a un ángulo desde el que ella convoca a los medios para seguir teniendo protagonismo y ni siquiera así, ocupando espacio, lo más interesante que genera ahora Carrió es la posibilidad de desnudez del ánimo que comparte con los dirigentes ruralistas. Un ánimo que se reparte entre las profecías de Carrió y las amenazas de los propietarios rurales.

Ese deslizamiento de sentido obedece a que es absolutamente imposible creer que a Carrió le gustaría que a este Gobierno le vaya bien. Ahí se desprenden un montón de excusas, eufemismos, frases hechas o de circunstancia que dicen dirigentes opositores. A pesar de las heridas que dejaron en el centroizquierda los votos de Claudio Lozano y los diputados del SI en la pelea por las retenciones, en el debate sobre Aerolíneas algo quedó expuesto y de manifiesto: si el Gobierno se flexibiliza lo suficiente como para llevar adelante proyectos que defiende ese sector, ese sector se suma porque prioriza sus ideas y, en consecuencia, puede imaginárselo en un contexto en el que a este Gobierno le vaya bien. En cambio Carrió, como los dirigentes “del campo”, actúa con una lógica destituyente. No ofrece ninguna grieta como para acercarse o consensuar: la pelea es política. La génesis de cada acto o conducta es la voluntad de que al Gobierno le vaya mal.

Con su habitual incontinencia, Carrió pone en palabras lo que otros disimulan o dejan entrever aun cuando algunos periodistas políticos se han quedado ciegos para estos signos y sordos para estas resonancias. La amenaza, que es la herramienta discursiva por excelencia que usan los sectores “del campo”, se funde así con la profecía, que es la herramienta discursiva por excelencia de Carrió. Detrás de la amenaza y de la profecía, se lee intención, que es una forma de deseo.

Ese es el matiz destituyente de este proceso, puesto en marcha desde un principio. Y tras ese matiz tentador, tras ese atajo de un Gobierno debilitado, tras esa inercia que inclina a algunos sectores opositores a los que ideológicamente se les hace intolerable un cuadro de situación en el que a este Gobierno le vaya bien, se fueron juntando los que son. Hoy está más claro que hace un mes. En esa bolsa de gatos hay de todo, desde terratenientes canosos hasta enfermeras trotskistas, desde gringos envalentonados a piqueteros pintorescos, desde peronistas impresentables a patrullas perdidas de la última dictadura. Es un núcleo duro que, por distintas razones, seguirá estando al acecho de las famosas “condiciones de ingobernabilidad”. Uno se la puede imaginar perfectamente a Carrió en televisión, mirando cada tanto para el costado, diciendo “lamentablemente”, “nosotros lo dijimos en agosto”, etc.

La amenaza y la profecía, en estos días, pueden leerse, así, como deseos. Y ese deseo no se colma con soluciones sino con más conflicto.

domingo, 24 de agosto de 2008

JUVENTUDES CRUCEÑISTAS, NEOFASCISMO EN BOLIVIA.

''PERIODISMO INDEPENDIENTE''.por el perro.

Por Horacio Verbitsky

Con 2/3 de los votos en la Cámara de Diputados a favor de la recuperación de la empresa que explota Aerolíneas Argentinas y Austral, el gobierno recuperó la iniciativa política y mostró flexibilidad para cruzar el escollo del Congreso, que el mes anterior bloqueó las retenciones móviles al comercio exterior de oleaginosas. Que la causa de ese cambio haya sido el estado de necesidad en que lo dejó el prolongado conflicto con las cámaras patronales agropecuarias no opaca la constatación de que aprende de sus errores. Hay vida después de la 125.

Aquí no se trataba de una puja por ingresos milmillonarios con las clases dominantes históricas de la Argentina y base de operaciones local de las grandes transnacionales de los agronegocios, ni había una movilización social adversa. La compañía estaba técnicamente en quiebra; el mercado no ofrece ganancias fáciles. La discusión giró acerca de qué costos asumiría el Estado a cambio de la recuperación de un instrumento básico de integración nacional y la coalición social activa no se organizó en contra sino a favor del proyecto de ley gubernativo, si bien con cuestionamientos a varios puntos que se mejoraron en la discusión legislativa. Uno de los hallazgos del interventor oficial fue una nómina de periodistas de radio y televisión a los que Aerolíneas Argentinas pagaba casi medio millón de pesos mensuales. Entre ellos hay algunos denunciantes profesionales de la ineficiencia y corrupción del Estado en contraste con la perfección de la empresa privada, de la blandura judicial contra la delincuencia y del manejo de la publicidad oficial. Encabezan la lista Marcelo Longobardi, con 30.000 pesos mensuales, Chiche Gelblung, con 21.000, y González Oro, con 10.000. La primera columna del documento no dice publicidad, ni programa, sino periodistas.

sábado, 23 de agosto de 2008

PROFESOR LUIS D`ELIA: MAGDALENA NO ES DERECHA NI HUMANA.

Concientes que este comunicado no va a ser levantado por ningún medio de comunicación amigo del poder económico, le decimos a la sociedad argentina que:
Cuando el 25 de junio del 2004 caía asesinado el compañero Martín Cisneros, víctima de esbirros que trabajaban clandestinamente como quedó probado en el expediente para la comisaría 24 del barrio de La Boca, sentimos la misma impotencia y la misma perplejidad que nos generó en la mañana de hoy el comentario artero, xenofóbico y mentiroso de la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú, quien me acusó aprovechando la impunidad que le da un micrófono, de golpista por haber ido a exigir esa noche a la citada dependencia policial que se detuviera a Juan Carlos Duarte quien finalmente fue condenado por la justicia a 17 años de prisión.
Esa señora -gorila y anti-peronista- me acusa de golpista a mi, que mientras militaba haciéndole frente a la dictadura militar, siendo el responsable del Zonal Oeste del Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ) y coordinador general de las Comunidades Eclesiales de Base de La Matanza, ella durante los años 76-77 y 78 trabajaba junto a Bernardo Neustad en un programa financiado por la Aeronáutica que le cantaba loas al proceso militar, denominado Teleshow, que se emitía por el viejo Canal 11, y era participe infaltable en los cumpleaños de “Joe” (José Alfredo Martínez de Hoz) hasta que ya entrado los años `80 asesinan a su amiga Helena Holmberg y por fin se da cuenta de que en la Argentina no éramos derechos y humanos y que el terrorismo de estado azotaba al conjunto de la sociedad. Bueno, más vale tarde que nunca!!!
Señora, su ética de cartón y su olor a bosta de vaca no nos construyen. Su gorilismo y su xenofobia nos desprecia tanto como nosotros la despreciamos a Usted, que por más premios que le den el Grupo Clarín, los E.E.U.U. o los grupos económicos, nunca va a ser ejemplo de nada ni de nadie.
Profesor Luis D`Elía
Presidente de la FTV

viernes, 22 de agosto de 2008

periodismo independiente

Por qué renuncié a Clarín
Por Claudio Díaz (periodista del Zonal de Clarín en Morón / Ituzaingó)

Este viernes será mi último día de trabajo en el querido Zonal Morón / Ituzaingó. He tomado la decisión de renunciar al cargo de redactor que ejercía y, como es de rigor en estos casos, quiero despedirme de los amigos que gané durante mis siete años de permanencia en el diario y de los buenos compañeros con los que compartí muchas tardes entretenidas.

Pero no quiero irme sin antes explicarles, a ustedes y también a quienes ocupan los cargos jerárquicos de esta empresa, los motivos de mi retiro.

A fines de marzo la revista Veintitrés me pidió una opinión sobre el rol que cumplen los medios periodísticos y algunos intelectuales en la elaboración del discurso político actual.

Yo efectué una dura crítica a lo que se da en llamar el Grupo Clarín y acentué, particularmente, lo que a mi criterio había sido una clara manipulación informativa durante la cobertura del conflicto Gobierno vs. Campo, tanto por parte del diario como de Canal 13 y TN.

En este caso no hice más que expresar, libremente, la vergüenza que me provocó -como periodista pero también como simple ciudadano- el ejercicio “periodístico” del Planeta Clarín y sus satélites.

La reacción por parte de la empresa, como es de suponer, fue inmediata.

Y hasta la consideré razonable.

Es más: a uno de los colegas aludidos, Julio Blanck, le dí explicaciones acerca de por qué yo lo incluía en una lista de hombres de prensa que -desde mi punto de vista- sostienen un discurso “progresista” pero le terminan haciendo el juego al llamado establishment.

Hasta ahí todo bien.

Lo que siguió después es distinto.

Las autoridades editoriales (en este momento no se me ocurre otro término) le comunicaron a mis jefes que “de ahora en más” dejara de escribir la página 3 del Zonal (que se supone es la más “importante”) y que me limitara a hacer -es textual- “notas blandas”.

Una estupidez, realmente.

Pero pocas horas después se emitió otra orden: que no se me autorizara a tomar la totalidad de días de vacaciones adeudados, que había pedido para esta semana..

No dieron argumento alguno para justificar la negativa.

La verdad es que por ninguno de estos dos castigos tendría que haberme hecho mala sangre.

Sin embargo, dije “basta” y tomé la decisión de no seguir adelante con mi trabajo en el Zonal, harto del doble discurso de este diario, de su hipocresía, de pontificar en sus editoriales y notas de opinión una cosa para después hacer otra.

Es tanta la repugnancia que sentí por quienes posan como adalides de la libertad de expresión que me dije a mi mismo: “hasta aquí llegué”.

Quiero decir: hace más de 20 años que ejerzo el oficio de periodista; conozco perfectamente los condicionamientos que nos ponen para atenuar o directamente diluir nuestra vocación de contar y decir las cosas como uno cree que son, aun a riesgo de equivocarse.

En fin, en casi todos lados he comprobado (eso tan viejo pero siempre vigente) que una cosa es la libertad de prensa y otra la libertad de empresa.

Pero lo que viví en Clarín en los últimos tiempos superó todo… Gracias a Dios, ¡todavía tengo vergüenza!

Pero lo que ya no tengo es estómago para tragarme las cosas que hace este diario en nombre del periodismo.

A esta altura ya no puedo soportar tanto cinismo.

Como cuando desde un título o una nota se insiste en que no decrece el nivel del trabajo en negro y las condiciones laborales son cada vez más precarias, siendo que en todas las redacciones del Grupo se emplea a pasantes a los que se los explota de manera desvergonzada, obligándolos a hacer tareas de redactor por la misma paga que recibe un cadete, sin obra social ni vacaciones.

Es el mismo cinismo de despotricar contra la desocupación al tiempo que se lanzan a la calle nuevos productos sin contratar a trabajadores, duplicando y hasta triplicando el horario de los que ya están dentro de la maquinaria.

Es el mismo cinismo de presionar a redactores para que se conviertan en editores, bajo la promesa (falsa) de que “algún día” se les reconocerá la diferencia salarial.

Si, como se sostiene el martes 15 en la cotidiana carta del editor al lector, “son los medios y los periodistas los que deben regularse y actuar con responsabilidad democrática”, pues bien Sr. Kirschbaum, yo empiezo por esa tarea. Porque si Clarín tanto se rasga las vestiduras asegurando que respeta la libertad de expresión, ¿por qué sanciona a un periodista que vierte, ejercitando esa libertad de pensamiento, una opinión?

Tengo otras cosas para decirle a usted y a quienes lo secundan (si es que a esta altura todavía están leyendo…): la demonización que practica el diario a través de un “inocente” semáforo que cumple la misión de dividir al mundo en ángeles y demonios (según el interés ideológico o comercial del Grupo), ha llegado al nivel de un verdadero pasquín que nada tiene que envidiarle a las publicaciones partidarias.

Es peor todavía, porque éstas tienen la honestidad de reconocerse como expresiones de un partido político o de un espacio ideológico.

En cambio, Clarín se imprime bajo el infame rótulo de periodismo independiente…

En pos de engrosar la cuenta bancaria se ha perdido todo decoro.

Da la sensación de que los que se llaman periodistas o columnistas ya ni sienten un mínimo de pudor por haberse convertido en contadores del negocio mediático, desvividos por saber cuánto dinero ingresa a las arcas; lo único que les falta es salir con el camión de Juncadella.

Digo esto porque ha sido patética, en la misma carta del editor del martes 15, la reacción editorial contra otros medios periodísticos competidores que estarían atreviéndose a morder un pedazo del queso que el Grupo quiere deglutirse, como de costumbre, solito y solo, calificando a aquellos de miserables, travestidos y miembros de una jauría.

¡Después cuestionan a D’Elía o a Moyano por las palabras “ofensivas” que lanzan contra el periodismo independiente y democrático!

La mayoría de quienes me conocen saben de mi simpatía y hasta cierta militancia por el peronismo.

Pero también saben que no me une ningún tipo de relación con el gobierno, ni con su tan temido Observatorio de Medios, ni con los jóvenes de la Cámpora ni tampoco con sus “grupos de choque”.

La aclaración vale para que estén tranquilos y no piensen que durante estos siete años fui un agente infiltrado en el Zonal Morón.

Simplemente amo el trabajo periodístico, tengo pensamiento propio (aunque, qué le vamos a hacer…: no es el políticamente correcto) y un compromiso de honrar mi oficio.

A Ricardo Kirschbaum, a Ricardo Roa y a tantos otros que mandan les digo que estoy preparado para asumir lo que venga, porque no me extrañaría que las redacciones de otros medios empiecen a recibir llamados telefónicos pidiendo que se me prohíba trabajar de lo que soy.

Tan libre me siento, tan espiritualmente íntegro de poderles decir lo que les digo (aunque les resbale), que ya no me importa si la larga mano del Grupo le pone candado a mi futuro para no dejarme otra opción que trabajar como remisero o repositor de supermercado.

Me voy orgulloso de haber seguido aprendiendo lo que es vocación, oficio, dignidad y ejercicio responsable del buen periodismo.

Que me lo dieron los jefes de los zonales y un montón de amigos y compañeros a quienes no voy a nombrar para evitarles quedar marcados por mi cercanía afectiva.

Me voy avergonzado de la conducta de quienes deberían honrar el trabajo periodístico y no lo hacen.

Claudio Díaz
diazdeoctubre@yahoo.com.ar

miércoles, 20 de agosto de 2008

lanata al teatro.

parece que el gordo chanta sojero de una buena vez va a blanquear su verdadera vacación y hará temporada en un teatro de la avenida corrientes,se esta esta negociando contra reloj,para que comparta cartel con la visionaria enviada del todopoderoso en la tierra,si si acertaron la mas grande,la que todo lo sabe,carrio.sin palabras.

sábado, 28 de junio de 2008

DECIA EL MAESTRO..........

Nuestras clases dominantes han procurado que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada, cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”. Rodolfo Walsh.

sábado, 21 de junio de 2008

POR OSVALDO BAYER.

Cuando uno lee las noticias de la Argentina, comprueba que la Sociedad Rural acompañada por otras organizaciones, que en conjunto siguen siendo dueños y señores de la tierra (algunos más, otros mucho menos, pero están juntos), hacen un “paro” patronal. La tierra, que significa el pan, que no tendría que pertenecer a nadie sino a todos, es de ellos. Esa tierra que tendría que ser de todos, como la sombra de los árboles en verano, como los caminos, como los ríos, como el derecho a la enseñanza, como el derecho a la salud. Causa hasta vergüenza que ninguno de nuestros gobiernos haya ido a golpear a la puerta de la Sociedad Rural y les haya preguntado: ¿de dónde tienen ustedes la tierra, quién se las otorgó, cómo llegaron a ella? La pregunta que tendríamos que hacerles todos a los estancieros, los latifundistas. ¿Cómo es posible que ningún Congreso nacional en toda su historia haya tratado el tema de los títulos de la propiedad de las pampas increíblemente fértiles e interminables o haya nombrado una comisión que estudiara a fondo cómo llegaron esos señores a la posesión de tales extensiones? No, no se hizo nunca. Se aceptó a libro cerrado esa historia terriblemente injusta y cruel. De eso no se habla. Y todos concurrieron a inaugurar el monumento a Julio Argentino Roca, el que dictaminó la muerte al “salvaje o bárbaro”. Y cómo después va a comenzar el otro capítulo, el de la explotación de los verdaderos trabajadores de la tierra, los “peones en negro”, como es habitual. Peones y sirvientas no entran por la puerta del Derecho.

Es hora de llamarlos a rendir hoy cuentas de cómo sus antepasados obtuvieron esas tierras. Sin ninguna duda, la mayoría fue después de la campaña de Roca, con el exterminio de los habitantes originarios. Lo dice toda la documentación histórica. Fue la Sociedad Rural presidida por José Martínez de Hoz –apellido bien conocido por los argentinos– quien va a apoyar y promover la campaña de Roca, por ejemplo, ofreciéndoles las “mejores caballadas” de los estancieros. Después del genocidio se otorgaron más de 41 millones de hectáreas a 1843 estancieros, entre ellos a la familia Martínez de Hoz, que recibió nada menos que 2.500.000 hectáreas. Y luego en la lista de beneficiarios estaban los Anchorena, Leloir, Temperley, Atucha, Ramos Mejía, Miguens, Unzué, Llavallol, Señorans, Martín y Omar, Real de Azúa, Luro, etc. Todos apellidos de la “aristocracia” de la tierra. El general Roca se quedará con 65.000 hectáreas, para “empezar”, y se otorgarán otras 7.450.000 hectáreas a los militares autores del genocidio. Lo dice el propio Domingo Faustino Sarmiento, en el diario El Censor del 18.XII.1885, textual: “Es necesario llamar a cuenta al presidente y a sus cómplices en estos fraudes inauditos. El presidente Roca, haciendo caso omiso de la ley, cada tantos días remite por camadas a las oficinas del Crédito Publico órdenes directas, sin expedientes ni tramitaciones inútiles, para que suscriba a los agraciados, que son siempre los mismos, centenares de leguas”. Por eso, durante la Década Infame, los conservadores levantaron el monumento a Roca en la Diagonal Sur de la Capital. Y ahí estaban todos, en primera fila los miembros de la Sociedad Rural. El mismo Roca aprobará la Concesión Grünbein, por la cual se otorgaron miles de hectáreas en la Patagonia principalmente a ingleses provenientes de las islas Malvinas. Que financiaron a los “cazadores de indios”. Una libra esterlina por par de orejas de tehuelches. La Sociedad Rural también apoyó firmemente la represión de los peones rurales patagónicos en la matanza de 1921 para no hablar de su influencia en la política de los centros provinciales.

¿Cómo es posible que jamás en la Argentina se haya intentado una reforma agraria? Seguimos aceptando un régimen que pertenece al medievo. Se tiene que dictar una ley poniendo una valla a la posesión, un máximo de hectáreas y dar preeminencia a las cooperativas de productores. Para ello, crear escuelas en cada ciudad del interior de más de cincuenta mil habitantes sobre administración del campo, ciencias agrícolas y ganaderas, para que los hijos de los trabajadores de la tierra puedan ya ser los técnicos futuros del campo.

Nada se arregla ahora con bajar o subir las retenciones, sino que la única solución es democratizar la posesión de la tierra. Y que sean esas mismas cooperativas las que se encarguen de la comercialización de sus productos.

Es lamentable que la Federación Agraria, aquella del Grito de Alcorta, no haya continuado su lucha de hace un siglo y que hoy busque como aliados a quienes están en la vereda de enfrente. Me viene a la memoria el movimiento del campo iniciado por integrantes de la Federación Agraria y apoyado por su diario La Tierra, en febrero de 1975, en el gobierno de Isabel Perón. Las otras organizaciones patronales del campo –Sociedad Rural, Coninagro y Confederaciones Rurales Argentinas– repudiaron las acciones de protesta. También Carbap, a través de su titular, Jorge Aguado, tuvo palabras muy duras contra el citado movimiento. Más tarde, en septiembre, del mismo año, sí, la Federación Agraria se plegó al movimiento de reivindicaciones de las Confederaciones Rurales Argentinas, a la que pertenece Carbap. Por lo que el periódico El Auténtico dirá: “La falta de una adecuada política económica tendiente a garantizar el precio de las cosechas, que hace que los pequeños y medianos productores queden a merced de los grandes monopolios exportadores, explica la decisión de la Federación Agraria de plegarse a una huelga hegemonizada totalmente por la más rancia oligarquía”. Hace treinta y tres años.

El diario La Prensa, por supuesto, apoyó el movimiento de la oligarquía del campo señalando que “De hecho, los gobiernos han mantenido una incoherencia sistemática respecto de la agricultura... que puede expresarse como desprecio por la merecida consideración de esa actividad productiva en el conjunto de los intereses nacionales”. Intereses nacionales.

La verdadera solución llegará cuando se lleve la verdadera democracia a la tierra. Ni terratenientes ni siervos. Que la alimentación de las ciudades no dependa de un triunvirato todopoderoso de los dueños de la tierra. Ojalá que la Iglesia Católica tome como modelo al obispo Angelelli, aquel que dijo en el púlpito, en ocasión de la muerte de un leñador y después de ver con sus propios ojos cómo sus compañeros llevaban el cuerpo sin vida sobre los hombros y lo enterraron así porque no les alcanzaba el dinero para comprar un ataúd: “En qué país vivimos que ni siquiera los leñadores pueden lograr la madera que abrace y contenga a sus seres queridos a la hora de la muerte”.

Al día siguiente, Angelelli yacía sin vida tirado en el suelo de una tierra por la que tanto luchó. Realidades constantes.

domingo, 1 de junio de 2008

INTERES GENERAL?POR EL PERRO VERBITSKY.

La tensión entre medios y gobiernos es normal y saludable. Como declara Héctor Magnetto en su biografía oficial, El hombre de Clarín, la prensa “no asociada a intereses sectoriales, aquella que intenta representar a las grandes mayorías, resulta un elemento importante para el desarrollo de cualquier proyecto inclusivo”. La cuestión es determinar en qué medida existe tal “prensa no asociada a intereses sectoriales”.

Cuando Néstor Kirchner ganó la presidencia, el diario La Nación sostuvo en su tapa que el país había decidido “darse gobierno por un año”. El lector no sabía que Kirchner acababa de rechazar un pliego de condiciones que le presentó el firmante de ese editorial y subdirector del diario, Claudio Escribano: debía paralizar la revisión de los crímenes de la dictadura y reivindicar a las Fuerzas Armadas por “la lucha contra la subversión”; reunirse con las entidades de empresarios y adoptar medidas excepcionales de seguridad que dieran tranquilidad a la policía en su lucha contra el delito; denunciar las violaciones a los derechos humanos en Cuba, alinearse con los Estados Unidos en forma incondicional y visitar a su embajador. Si ese desayuno fue la salva de aviso, el editorial constituyó el primero de una incesante serie de disparos, encaminados a que la profecía se cumpliera.

Estos serían intereses sectoriales y no mayoritarios, que condicionan una línea editorial y explican una actitud militante. Pero los principales medios tienen también intereses propios, que no explicitan cuando entran en conflicto con “las grandes mayorías”, o al menos con la política de un gobierno elegido por la primera minoría, como prescribe el método democrático. Fuera de la Argentina es poco conocido que los dos grandes diarios del país son socios del Estado en una fábrica de papel: Clarín posee el 43 por ciento de las acciones, La Nación el 28,49 y el Estado Nacional el 28,51. Adquirieron esa participación en Papel Prensa en los meses que siguieron al golpe militar de marzo de 1976. El banquero David Graiver murió en un sospechoso accidente de aviación en agosto; en noviembre, con el beneplácito expreso de la junta militar, ambos diarios adquirieron sus acciones, que quemaban en las manos de los asustados familiares de Graiver. Pese a ello fueron secuestrados por el mismo poder militar con que las empresas periodísticas cerraron aquel trato. Su contador murió en la mesa de torturas, su mujer fue violada, sus demás bienes confiscados, bajo el cargo de haber hecho negocios con Montoneros. Menos sabido aun es que uno de los actuales representantes del Estado Nacional en el directorio es el jefe de gabinete de ministros, una anomalía que pone en evidencia la distorsionada relación entre el Estado y los principales medios.

En la última asamblea de accionistas de 2007, los representantes del Estado observaron el balance. Adujeron que Papel Prensa tenía quebrantos y no cumplía su plan de inversiones porque transfería las utilidades a sus diarios accionistas mediante un precio de venta subsidiado. A raíz del reclamo estatal, en enero de este año la tonelada para los accionistas aumentó un 30 por ciento, que de todos modos se reduce con la bonificación por cantidad y pronto pago a los accionistas. Bastó que el Estado reclamara por las pérdidas que esta política de precios lo obligaba a absorber, para que ambos diarios accionistas y los medios audiovisuales de uno de ellos sesgaran su cobertura periodística en forma ostensible. Esto se tornó extremo a partir del 11 de marzo, cuando los medianos y grandes propietarios agrícolas rechazaron un aumento impositivo de € 800 millones, dispuesto a raíz de las ganancias extraordinarias derivadas de la nueva situación del mercado de alimentos, tema que la próxima semana se tratará en la asamblea mundial de la FAO, a la que asistirán el secretario general de las Naciones Unidas y muchos jefes de Estado, porque profundiza la crisis alimenticia para los más pobres. El ariete del cuestionamiento a la decisión gubernativa fue el suplemento Clarín Rural. Lo que debería constar junto a cada nota de su director, el próspero ingeniero Héctor Huergo, es que tiene interés directo en la cuestión, dado que al mismo tiempo preside la Asociación Argentina de Biodiesel e Hidrógeno. Además, uno de los accionistas de Clarín es el principal exportador argentino de arroz. Clarín y La Nación también son socios en otra empresa, Expoagro, donde presentan sus bienes y servicios los grandes actores del agronegocio, como Monsanto, Cargill, Dreyfus, Syngenta o Bunge. Este año ocupó una superficie de 600 hectáreas, nada más que por venta de entradas se pagaron 800.000 €, allí se concretaron ventas de maquinarias y vehículos por € 110 millones y se acordaron créditos bancarios por € 63 millones. Nada de ello fue informado por ambos diarios-socios del sector en conflicto. Cuando publiqué esta información escribí en PáginaI12 que al Foro de Periodistas Éticos, FOPEA, no le preocupó esta cruda connivencia de intereses. Los colegas de FOPEA me respondieron con preocupación que sí se habían pronunciado: dijeron que tanto las empresas de medios como sus avisadores agropecuarios presionaban a los periodistas para que su cobertura fuera adversa a la posición oficial. Pero ningún medio publicó su comunicado. Como también el gobierno presiona a periodistas en el sentido contrario, se afecta el acceso de la sociedad a la información, “sin que medien intereses particulares que puedan condicionarla”, dijeron los periodistas éticos. El gobierno no se privó de zamarrear a Clarín por su cobertura tendenciosa y el resultado fueron dos caídas paralelas, en la popularidad de la presidente CFK y en la capitalización bursátil de las acciones del Grupo Clarín: en lo que va de este año perdieron el 38 por ciento de su valor. Para la democracia es tan vital la fiscalización del poder por los medios de comunicación como la certeza de que esos medios defienden el interés de las grandes mayorías y no el de sectores con los que están asociados o de los que forman parte.

* Extractado de la ponencia presentada en el seminario sobre medios y democracia, organizado por la FNPI en Madrid.

viernes, 16 de mayo de 2008

POR BRAGA MENENDEZ.

Recuerdo que al poco tiempo de asumir Kirchner, se armó una especie de catástrofe nacional porque el Presidente no había podido atender a la Nº 1 mundial de Hewlett Packard. A la gente del pueblo le importaba mucho más que el Presidente continuara con el vértigo de intentar sacar al país del marasmo, creando miles de puestos de trabajo, reduciendo la deuda externa, etc. Yo no podía creer que se hiciera tremendo escándalo por tamaña estupidez. El terror básico era ¿qué van a pensar de nosotros en EEUU? ¿nos confundirán con un país bananero? ¿se darán cuenta de que somos un país de segunda? Pobre gente. Observando y evaluando a su propio y querido país, desde la mirada del otro (por supuesto el otro era EEUU; no Bolivia, Ecuador o Guatemala). Al poco tiempo Grondona y Longobardi me tuvieron 40 minutos en un programa de TV interrogándome indignados por qué K no había ido al velorio del Papa. Ciento setenta países no fueron al velorio del Papa, sólo aquí algunos intentaron fabricar con eso una tragedia.

También tuvimos el desaire a la Reina de Holanda, a Putin, al Presidente de Vietnam, a la maravillosa empresa Shell (que aprovisionaba a los barcos ingleses que venían a atacar Malvinas), la parada de carro a Bush en Mar del Plata, a los “economistas” que habían pronosticado que el canje de deuda sería un papelón y K los mencionó con nombre y apellido el día que anunció el éxito, etc, etc.

En estos 5 años, mientras el país crecía y mejoraba en todos los guarismos, una minoría mediática y escandalosa no ahorró agresiones feroces y pronósticos apocalípticos mientras repetía con expresión impávida que el gobierno era “confrontativo”. Recuerden los Superpoderes, el Consejo de la Magistratura, los fondos de Santa Cruz en el exterior (los otros gobernadores se los patinaron -en el mejor de los casos- en gastos corrientes; mientras K los salvó y hoy se siguen haciendo obras en la Provincia con ese dinero), los decretos de necesidad y urgencia, los resonantes casos de corrupción (entre todos no suman el intento de coima que denunció el diputado kirchnerista Héctor Recalde que fue misteriosa y rápidamente silenciado por la prensa), la crisis energética que nunca se produjo, etc. Puedo seguir una hora enumerando esta vocación de algunos sectores argentinos por la autodestrucción. También tuvimos los que decían que todo lo que se hacía era por ser año “electoral” o “preelectoral”, que no había un plan (había que ser necio para no verlo); que el gobierno era un unicato hegemónico, autoritario e intolerante; que todos los presidentes de los países vecinos eran mucho mejores, que no había libertad de expresión, etc, etc.

No es una explicación o consuelo ante estos síntomas de suicidio colectivo, pero debemos saber que lo mismo hicieron con Perón (decían que era un energúmeno), Frondizi (decían que era comunista), Illia (decían que era una tortuga).

Hoy hay democracia y en consecuencia elecciones. Tendremos que soportarlos todo el período, en que no sólo no colaborarán a solucionar los problemas sino que ayudarán a empiojarlos. Festejarán con estruendo y a coro cada uno de sus alardes pírricos.

El país que se lo aguante.

Nosotros, gracias a las urnas, vamos a ponerlos nuevamente en su lugar cada 4 años.
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