jueves, 11 de junio de 2009

josé Pablo Feinmann

josé Pablo Feinmann es un hombre que piensa, y un hombre que piensa no puede tener una visión muy optimista de la vida. Como él mismo diría en sus clases, la filosofía no viene a dar respuestas, sino a contribuir a la angustia existencial. Para el autor de La filosofía y el barro de la historia vivimos en un mundo “que ya está decidido”. En ese escenario, la relación entre la política y la ciudadanía estará sujeta a las verdades que los medios concentrados construyan (“la misión del poder comunicacional es crear la verdad”, dirá durante la charla) y también al hecho de tener que convivir con la idea de que buena parte de la política, en el mundo, “se hace con dinero, con mafia, con prostitución, con drogas y, en última instancia, con algunas ideas. Que son siempre las mismas. Básicamente la idea del capitalismo triunfante. Y la única idea-fuerza que tiene el capitalismo es que la desigualdad es justa”. –¿Eso en qué medida incide en la supuesta brecha entre la política y el pueblo o, digamos, la ciudadanía?

–Claro, está muy bien eso, porque está la ciudadanía y está el pueblo. Fijate cómo se siguen aplicando los conceptos sarmientinos de civilización y barbarie. Cuando Elisa Carrió hablaba de los centros urbanos, que debían ir al rescate del resto del país que estaba dominado por los punteros y que por eso no votaban por ella, se ve ese esquema. Se está dando, con este antiperonismo virulento, una cosa así de nosotros los cultos, los republicanos, institucionalistas; y ellos, los bárbaros, los instintivos… los negros. No perdamos más tiempo: los negros.

–Llamémosle pueblo, entonces: ¿hay un desinterés real del pueblo?

–Del pueblo, pero los ciudadanos te dirían que ellos no están desinteresados, que el desinteresado es el pueblo, y que ellos tienen que educar al pueblo para llevarlo a que se interese por la política, para lo cual también tienen que sanear las instituciones que están en manos de quienes no las representan. ¿Cuál es el deber del ciudadano, entonces? Luchar contra quienes se han apropiado de las instituciones, sacarlos de ahí, ocuparlas por los sectores cultos, y desde ahí convocar al pueblo, educar al soberano. Pero el pueblo no se preocupa nada por las instituciones ni por la cosa pública.

–¿Y eso debería ser así o es una consecuencia?

–Está mal. Pero es un resultado de la política de devastación nacional que hizo la oligarquía argentina y el capital. A partir de los últimos años de Alfonsín y con Menem, que instaura el neoliberalismo extremo, se produce una marginación muy fuerte, expresada en un enorme sector de la población que pasa a integrar una masa que no tiene trabajo, no tiene educación, que si va a la escuela se desmaya del hambre. ¿Qué siente un tipo que ha sido escupido por la sociedad, que no tiene trabajo y no tiene ni para pagar los útiles? Que esta sociedad considera que no vale nada.

–Y pasa a identificar a la sociedad y a las instituciones como un otro, ajeno…

–Para el tipo que ha sido expulsado de la sociedad, la sociedad es el otro, el enemigo. Entonces, si se transforma en un delincuente, se asombran tanto de que mate; pero el tipo que mata es porque siente que su vida, ante todo, no vale nada. Se lo han demostrado. Entonces, ¿por qué va a valer la del otro? Incluso debe de haber algo de resentimiento, de venganza, bronca: ah, vos sos un incluido, la pasás bien, tenés todo lo que yo no tengo. Bueno, jodete, ahora te mato. Ahora, esa delincuencia la creó la gran delincuencia del país, que es la de los poderosos de la Argentina, los que levantan las torres, que hacen de Puerto Madero un Edén para los poderosos. El destino del país en realidad se resuelve en dos partes. O son tantos los hambrientos que invaden Buenos Aires y matan a todos, o las clases altas siguen manejando todo a su antojo y van paliando los conflictos con los desheredados. Y van manipulando a la clase media a través de los medios.

–¿Los medios funcionan como un partido político?

–Como un partido político del poder, absolutamente. Porque los medios tienden a consolidar lo que ya está hecho o a destruir aquello que pueda significar una diferenciación de lo que los verdaderos poderes quieren que esté establecido. Porque los grandes medios están en poder de las grandes empresas. Cada vez acumulan más medios y eso es acumular más poder de verdad, que es el que surge del poder comunicacional. Por dar una definición, la misión del poder comunicacional es crear la verdad.

–La concurrencia en los actos eleccionarios es alta, ¿allí se manifiesta una relación real entre sociedad y política?

–Supongo que la gente quiere participar alguna vez de algo y sabe que su único momento son las elecciones. Ahora, yo creo que hay muchos que lo deben hacer con verdadera convicción. Y otros van y votan, porque creo que el votante peronista entra, busca la boleta justicialista y la mete. El votante peronista creo que todavía vota a Perón. Y los otros, los ciudadanos, están convencidos de que tienen que votar, para debilitar el poder de un gobierno que ellos tienen que debilitar. Toda la clase media cacerolera del año último, uno puede estar de acuerdo o no, pero tenía profundas convicciones.

–Pero esa gente sigue sintiendo que la política institucionalmente no la representa y se desentiende de ella, ¿o no?

–¿Y qué va a hacer? ¿Se va a afiliar a un partido? No. Ve por la televisión y después habla de política con el taxista.

–Quizá puede interpretar las cosas de una manera distinta, desarrollar una visión superadora.

–Ah, bueno, ese es el caso de la libertad del sujeto ante los medios. Los medios están destinados a sujetar a los sujetos. No todo sujeto es sujetable. Hay sujetos a los que no logran sujetar, que dicen qué porquería es esto y cambian de canal o apagan la televisión. Ahí hay un gran avance de ese sujeto en su propia libertad, pero eso no pasa mucho.

–¿Eso de que no haya programas políticos en televisión abierta es un síntoma?

–El gran programa político que hay es el de Tinelli, ¿no? Todo el mundo lo ve, y bueno, son más los políticos que ven ahí, en Gran cuñado, que los verdaderos. La gente está convencida de que es más real el D’Elía de Tinelli que el verdadero. Me contaban que el D’Elía de Gran cuñado dice todo el tiempo “yo te odio”. Entonces ya tenés: D’Elía igual odio. La gente va a sentir que el que les va a hacer conocer a los políticos es Tinelli, y yo creo que ahí se juegan las elecciones, en un gran porcentaje al menos. Esos son los medios, y están para crear verdades. No existe la verdad, es una lucha donde cada uno tiene una verdad y la impone el que tiene más poder. Hay una famosa frase de Nietzsche que dice que no hay hechos, hay interpretaciones. La vida política es una lucha por la interpretación de los hechos.

caras y caretas

5 comentarios:

maria dijo...

Que maestro, no tiene desperdicios!!!

Ana dijo...

Muy bueno!!!

Arts Van Piorre dijo...

Intento leer al Feinmann bueno (?) siempre con espiritu critico a lo que dice pero siempre me gana (?)...Una lastima que la presidenta se haya alejado de gente como Jose Pablo y se muestre en fotos con la lacra gobernante del Conurbano (Ishii, Cacho Alvarez,etc), aunque asi debe ser el juego politico no?

saludos..pasen por www.la-pero.blogspot.com ;)

daniel mancuso dijo...

josé Pablo Feinmann es un maestro, un procer del pensamiento nacional, y no está lejos de la Presidenta, sino que, como todo intelectual es crítico con muchas cosas de la real politik. Pero lo tenemos en nuestra vereda, Un grande. abrazo.

patricio dijo...

maria:usted lo ha dicho.

ana:lo mismo digo.

doctor:que decirte.....
ya te contesto daniel.

Daniel:un abrazo hermano.

gracias a todos por pasar.

saludos.

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