lunes, 1 de diciembre de 2008

pobre jorgito,esta enojado porque revista 23 publico esto......

Nacieron en los Estados Unidos de la posguerra, cuando una elite de intelectuales, empresarios y políticos creyeron amenazados los pilares del free-market y la propiedad privada. Sesenta años después, y en la Argentina, escenario de los experimentos liberales más groseros, los think tanks de la derecha criolla gozan de buena salud, mueven sus fichas y no paran de hacer apuestas.
En el país, la Fundación Atlas 1853 es la “usina de pensamiento” donde lo más reconcentrado del liberalismo se da cita para defender al establishment y rechazar con espanto toda intervención del Estado en los asuntos del mercado. En el elenco estable de Atlas se codean desde cruzados del neoliberalismo y lobbistas del sector financiero, hasta represores reciclados en defensores de la democracia, como el recientemente detenido Julio Alberto Cirino, agente de inteligencia del Batallón 601 durante la última dictadura militar.

“Los Atlas” se definen como una entidad sin fines de lucro, pero sus directivos bien podrían formar una cámara de la industria del petróleo. Y más allá de su misión declarada –“la difusión del liberalismo para una sociedad libre”–, en los últimos meses sus cuadros lideraron las críticas más radicales al Gobierno, pidieron el juicio político para Cristina Fernández y no se cansaron de hacer predicciones en tono apocalíptico sobre el rumbo económico del país. Eso que el kirchnerismo suele exagerar al definirlo como “golpismo” y que la Fundación Atlas busca camuflar de “reclamo espontáneo”. Incluso, muchos de sus simpatizantes fueron los bloggers que, a través de cadenas de e-mails, mensajes de texto y arengas en clave conspirativa, operaron en los momentos más ásperos del choque entre los K y el campo y hasta en el debate por la estatización de las AFJP. El ala dura de los Atlas –casi una redundancia– convocó a los “autoconvocados” y llevó la logística de los cacerolazos más paquetes y reaccionarios. Es simple: defensores de la libertad individual, el libre mercado y la propiedad privada, toda regulación estatal se traduce en autoritarismo o, como gustan decir, “populismo”.

Con fecha de nacimiento el 9 de noviembre de 1998, a imagen y semejanza de la Atlas Economic Research Foundation de Virginia, Estados Unidos, los Atlas del Río de la Plata escriben sus artículos en tribunas como La Nación, Ámbito Financiero o La Nueva Provincia, publican libros de supuesto revisionismo histórico y dan charlas en círculos militares y universidades donde la intelligentzia local forma a sus líderes.

Cuadros. Para su labor, Atlas –que días atrás cumplió diez años– encuentra a sus mejores espadas entre los paladines de la derecha ilustrada. Por eso, uno de los niños mimados de su staff es José Benegas, el mismo que inició el ataque a los artistas populares en la revista Noticias y que fue repudiado en Veintitrés semanas atrás. Abogado, economista y antikirchnerista declarado, Benegas fue columnista del programa Fuego cruzado, de Marcelo Longobardi, y también arenga desde su blog personal, “No me parece”, donde el 27 de octubre último llamó a “empujar ya el juicio político a Cristina Kirchner y lograr su suspensión (...) para preservar cierto orden constitucional”.

Otro de los miembros estrella es la periodista Malú Kikuchi, amiga de la ex funcionaria menemista María Julia Alsogaray, devota de George W. Bush, Domingo Cavallo y Bernardo Neustadt. Kikuchi conduce por radio y cable el programa La Caja de Pandora, donde se queja y advierte. Entre otras cuestiones, vaticinó: “Los presidentes K, Ella y Él y los diputados y senadores, todos los que convierten lo anticonstitucional en norma, también sufrirán las consecuencias de sus actos. Es sólo cuestión de tiempo”.

Quien sí está pagando por sus actos es uno de los “expertos” que compartía mesa de trabajo con Malú: Julio Alberto Cirino, ex agente de inteligencia que en la dictadura actuó como nexo con la embajada de Estados Unidos. Cirino intentó camuflarse como periodista hasta que el 7 de noviembre pasado quedó detenido en Marcos Paz. Según la denuncia presentada por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación ante el juez federal Ariel Lijo –que incluye documentos desclasificados del Departamento de Estado norteamericano–, Cirino “tuvo un rol clave en tareas de contrainsurgencia en Latinoamérica”, actuando entre 1977 y 1985 como agente civil del Batallón de Inteligencia 601. Ya en democracia, además de ser docente, historiador y columnista de asuntos internacionales en La Caja de Pandora, Cirino también despuntaba el vicio en el sitio web de la Fundación Atlas.

Por supuesto, en esas filas abundan los economistas. Además de Ricardo López Murphy, que suele ser aplaudido por toda la platea liberal, una lista rápida por los artículos de la página oficial en Internet incluye a Gustavo Kupfer –quien también es analista político y fue candidato de la alianza Pro-Recrear–; José Luis Espert, que definió a Néstor Kirchner como “el Chávez rubio”; Roberto Cachanosky, que desde su blog “Economía para todos” ya decretó que “este gobierno no tiene otro destino que colapsar”, y Manuel Solanet, secretario de Hacienda entre el ’81 y el ’82, con Leopoldo Galtieri en el poder.

Otros habitués de Atlas son el analista internacional Jorge Castro; el abogado Fabián Bergenfeld, quien había denunciado a la presidenta Fernández por usurpación de título y fue asesor de Juan Carlos Blumberg; el periodista Edgar Mainhard, director del sitio Urgente 24, varias veces vinculado a los servicios de inteligencia, y la diputada lopezmurphista Nora Guinzburg, exégeta de la teoría de los dos demonios, que enfrenta una denuncia en el Inadi por haber dicho en una entrevista con Veintitrés que los homosexuales son “una minoría caprichosa”.

De la partida también forman parte Armando Ribas, filósofo nacido en Cuba y militante anticastrista, y Juan Curuchet, de la Fundación Bicentenario, cuestionada en 2004 por la Inspección General de Justicia que le negó la personería porque de su estatuto surgían “propósitos de lucro”. En Bicentenario, muchos de sus integrantes tuvieron vínculos con UPAU, la pata estudiantil de la UCeDé de Álvaro Alsogaray, considerado por los Atlas de Estados Unidos uno de los “llaneros solitarios” que dieron “la batalla por el libre mercado y la prosperidad” en América latina. La hija del capitán ingeniero, María Julia, también colaboró con la sede norteamericana de la fundación en el invierno de 1996, luego cerrar la desastrosa privatización de la empresa de telefonía ENTel y ya como experta ambientalista.

La lista de los Atlas se completa con los aportes del consultor Rosendo Fraga, que acaba de prologar al historiador preferido por la derecha, el joven Nicolás Vásquez, otro columnista agasajado por los lectores de derecha. En 2006, Vázquez, Curuchet, Benegas y Bergenfeld, entre otros, recibieron el premio Atlas a la “Valiente defensa de la libertad” en el rubro periodistas. En 2007 fue el turno del CEO de Editorial Perfil, Jorge Fontevecchia. Entre los políticos, el diputado Pro Esteban Bullrich alzó el galardón a los “Jóvenes Líderes”.

“Joe”. Los miembros fundadores de Atlas son los empresarios Guillermo “Billy” Yeatts y José Antonio Esteves, quienes además de estar “fuertemente comprometidos con las ideas liberales” tienen lazos con el negocio del crudo, firmas de envergadura global y la política de los años de plomo.

Yeatts, que fue gerente de bancos y automotrices y hoy aparece ligado a las telecomunicaciones, forjó su carrera en el sector petrolero, operando desde Bolivia hasta Tierra del Fuego. A fines de los ’90 era parte de Phoebus Energy LTD, empresa radicada en Bermudas y controladora de Sol S.A., la petrolera que durante la última dictadura tuvo estrechos lazos con la dirigencia político-militar.

Economista de las universidades de New York y Harvard, un año antes de fundar Atlas, “Billy” recorría despachos con la idea fija en cambiar las leyes que rigen sobre los recursos bajo tierra. Su tesis era simple: el libre mercado debía llegar al subsuelo, a la usanza norteamericana, para que el Estado dejase de intervenir en el negocio del oro negro. Para Yeatts, que escribió dos libros al respecto, en Latinoamérica el sector tiene reglas “perversas” que desalientan la inversión privada.
El mismo sueño había obsesionado al ex ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz. No es casual. El propio “Joe” supo sentarse en el directorio de Sol S.A., donde también hizo negocios el fallecido represor Guillermo Suárez Mason, jefe del I Cuerpo de Ejército y mandamás en los “chupaderos” Automotores Orletti, La Cacha, el Pozo de Banfield y el Olimpo. En 1982, tras la caída en la guerra de Malvinas, Suárez Mason recaló en la cúpula de YPF, donde no perdió viejos hábitos. Según la periodista María Seoane –coautora del libro El Dictador, sobre la vida de Jorge Rafael Videla–, “desde allí vendió nafta adulterada a través de la empresa Sol Petróleo S.A., que sirvió para financiar las operaciones de los grupos de inteligencia militar en la contrarrevolución centroamericana”.

El otro fundador de Atlas, el ingeniero Esteves, también estuvo ligado a Phoebus Energy y Sol Petróleo, y entre 1979 y 1981 declara haber sido “asesor de la Secretaría de Estado de Energía”. Socio vitalicio del Jockey Club y miembro honorario de la orden militar-religiosa de los Caballeros de Malta, hoy preside Ez Holding S.A., dedicada a la extracción de crudo y con operaciones exploratorias en Chubut. En 2002, Esteves creó Espezor S.R.L., dedicada al negocio turístico e inmobiliario, donde tiene como socio al banquero y petrolero José Luis Zorraquín, del grupo Garovaglio & Zorraquín.

Orgullo liberal. La Atlas Foundation de Virginia, origen de muchos de los “tanques” que crecieron en Latinoamérica, nació en 1981 por iniciativa del empresario inglés Anthony Fisher, quien, después de amasar una fortuna con la cría intensiva de pollos, se dedicó a financiar entidades liberales. Según relata el sociólogo Daniel Mato en un trabajo sobre la difusión de las ideas liberales en América latina, Atlas tenía una misión clara: “Crear think tanks liberales en todo el mundo”.
Fisher, que en 1988 fue nombrado caballero por Margaret Thatcher, siguió a su vez la enseñanza de Friedrich Hayek, padre de la Sociedad Mont Pelerin y gurú del liberalismo moderno. A mediados de los ’50, Hayek, que bregaba por “un gobierno mínimo”, alertó sobre la “disminución en la creencia en la propiedad privada”, y para contraatacar le aconsejó a Fisher que la clave no estaba en incidir sobre los políticos, sino sobre los intelectuales, para que ellos influyeran en la opinión pública.

Para orgullo de la intelligentzia criolla, desde 1991 la Atlas Foundation tiene un presidente oriundo de la Argentina: Alejandro Chafuen. La leyenda cuenta que en 1980 fue la persona más joven en ingresar al selecto grupo de intelectuales de la Sociedad Mont Pelerin. Seguidor a ultranza de las ideas de Ayn Rand –autora del best seller liberal La rebelión del Atlas–, Chafuen se define a sí mismo como católico romano, cultor de la filosofía de libre mercado y con influencias “tomistas”.
Economista graduado en la Universidad Católica Argentina (UCA), Chafuen fue docente en varias universidades, asesoró a compañías de seguro y financieras, y entre 1980 y 1982 fue columnista de los diarios La Nación, El Cronista Comercial y La Nueva Provincia, este último propiedad de Vicente Massot, defensor de todo aquello que sea verde oliva y siempre listo para pedir mano dura.

En una entrevista periodística, “Alex” fue claro: “Crecí con una mentalidad antifascista por oposición a Juan Perón. Fue mi despertar como adolescente en la Argentina y de allí vino todo un conjunto de valores políticos. Aprendí a descreer del Estado”. Y llama a la unidad del campo liberal. “La división –explica– facilita la labor de líderes populistas como Chávez, Kirchner o Evo Morales”.

En su país natal, los Atlas argentinos siguen sus palabras religiosamente. Y acechan. Sabedores del latiguillo de que crisis también es oportunidad, actualizan sus blogs, envían e-mails y hacen siempre la misma apuesta.

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