jueves, 2 de mayo de 2013
sábado, 23 de marzo de 2013
Patas negras.
Por Ricardo:
Los comisarios retirados de la Bonaerense Alberto Sobrado y Luis Vicat son dos almas contrapuestas. El primero supo ser un apreciado cuadro entre los oficiales de la línea dura y fue puesto al frente de la fuerza en agosto de 2002. El otro, especializado en seguridad bancaria, era un uniformado atípico y encabezó desde octubre de 1996 –luego del escandaloso desplazamiento del comisario Pedro Klodczyk– el Área Especial de la Secretaría de Seguridad, encargada de investigar a los altos dignatarios de la "Maldita Policía", algo que sus camaradas jamás le perdonaron.
Ahora sus nombres han vuelto a cobrar notoriedad: Sobrado acaba de ser beneficiado por el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) Nº 1 de La Plata con una increíble absolución en una causa por enriquecimiento ilícito, mientras, en esa misma ciudad, el TOC Nº 3 comenzaba a juzgar a Vicat por malversación de fondos públicos, en un proceso cuyo taquígrafo bien hubiera podido ser el mismísimo Franz Kafka. Situaciones diferentes, por cierto, pero con un mismo denominador común: el oscuro vínculo entre la justicia de la provincia y la corporación policial.
En el banquillo de los acusados, Sobrado lucía una expresión impasible. Con algunos kilos de más y gruesas gafas de lectura, costaba reconocer en su figura a quien, diez años antes, había sido el máximo jefe de la díscola Bonaerense.
De hecho, a los 45 años, fue el oficial más joven de la historia en llegar a ese cargo, durante la gobernación de Felipe Solá. Ya entonces despertaba pasiones que oscilaban entre la fascinación y una tenue desconfianza. Hombre de buena presencia, modales afables y conversación florida, se las ingenió para encantar por igual al influyente Juanjo Álvarez –en ese entonces, ministro de Seguridad de la Nación– y al senador provincial Horacio Román, el cacique duhaldista de Morón que desde la Comisión de Seguridad de la Legislatura platense fue el gran operador entre la Bonaerense y el poder político de turno. De modo que, bajo su amparo, Sobrado transitó la etapa más intensa de su carrera en la Departamental Morón. Allí se vio involucrado en la evasión de un detenido, previo pago de 10 mil dólares y en dádivas a sus oficiales, quienes fichaban por "averiguación de antecedentes" a personas detenidas por delitos graves. El arribo de Sobrado a la cúspide de la fuerza contó con el beneplácito del comisariato. Pero su caída en 2003 fue estrepitosa, y sucedió cuando la revista Veintitrés puso al descubierto una transferencia bancaria no declarada por 300 mil dólares hacia una cuenta a su nombre. A continuación, saltaría a la luz que Sobrado poseía cuentas en bancos de las islas Caimán por casi 2 millones.
Ese es el motivo por el cual desde el 6 de marzo de 2013 –a sólo diez días de prescribir el expediente– fue juzgado en La Plata por el TOC Nº 1.
Sobrado aseguró haber heredado de sus padres tres hoteles capitalinos, un autoservicio, dos departamentos, dos fincas en el Conurbano y una propiedad en General Belgrano, junto con 460 mil dólares y tres cuentas en la Comisión Nacional de Valores por la compra de acciones. Extrañamente, en los diez años que duró el proceso penal, la pesquisa no pudo detectar el origen ni los movimientos de los fondos que poseía Sobrado en sus cuentas bancarias. Al respecto, los peritos explicaron: "No hay información continua que proyecte sus variaciones económicas." Ello bastó para que el tribunal –integrado por Lidia Moro, Samuel Saravi Paz y Guillermo Lambombarda– lo absolviera por el beneficio de la duda.
Al oír el veredicto, Sobrado conservaba su expresión impasible.
Vicat –ahora abogado y consultor periodístico– seguía no sin curiosidad a través de los medios el juicio a Sobrado, cuando, en el primer sábado de marzo, recibió la llamada de un cronista amigo. "Me enteré que en unos días arranca tu juicio oral", fueron sus exactas palabras. A Vicat le costó entender a lo que su interlocutor se refería.
El tipo parece escapado de una novela de Alejandro Dumas: su mirada algo melancólica, rematada por un tupido bigote de mosquetero, le confiere un gesto ambiguo, entre amargo y divertido. De su pasado policial, se lo recuerda por un trepidante episodio: el allanamiento –a fines de 1996– de la Comisaría 1ª de Avellaneda, un bastión del comisario Mario "Chorizo" Rodríguez, el delfín más peligroso de Klodczyk. En tales circunstancias, el jefe de aquella seccional, comisario Fausto Cabello, se hallaba enfrente, de espaldas a la dependencia, conversando con un narco que acababa de entregarle un ladrillo de cocaína. Este, de pronto, enarcó las cejas al ver a los hombres de Vicat, que corrían en sincronía y con fusiles automáticos hacia la sede policial. En ese instante, apuntó una pistola sobre los genitales del tembloroso comisario, recriminándole: "¡Hijo de puta, me entregaste!" La respuesta fue: "¡Vos estás loco!" El narco bajó el arma, y dijo: "Entonces, boludo, te están tomando la comisaría." El policía volteó la mirada, antes de correr con premura a su lugar de trabajo. El sitio fue tomado por Vicat sin derramamiento de sangre.
Ahora, a casi 17 años de ello, Vicat volvió a oír a través del auricular: "En unos días arranca tu juicio oral." Y le vino a la mente una añeja situación.
En noviembre de 1998 –a casi un año de su retiro– un custodio de su estudio jurídico recibió en su ausencia una caja con papeles de una causa judicial contra un ex subalterno. Al día siguiente, la no deseada tenencia de aquella documentación por parte de Vicat hizo que –después de una presunta denuncia anónima– una comisión policial irrumpiera en el lugar. Allí, además de esa caja, fue secuestrada documentación de pesquisas en las que intervino Vicat y 129 mil pesos, fruto de un negocio privado.
Todas las acusaciones al respecto –espionaje, abuso de autoridad, asociación ilícita– fueron desplomándose o prescribiendo, menos la de malversación de caudales públicos, delito sobre el cual se atribuía la suma incautada. Debido a ello, Vicat está ahora en el banquillo de los acusados.
Él cree que ello es un "vuelto" por comentarios suyos vertidos en los medios sobre la actual cúpula de la mazorca provincial.
Mientras tanto, los integrantes del TOC Nº 3 –Ernesto Domenech, Liliana Torresi y Florencia Butiérrez– asimilan con suma incomodidad el desesperado esfuerzo de la fiscal Victoria Huergo por probar el origen ilegal de los billetes hallados en el estudio de Vicat.
Ya se sabe que, a semejanza de algunos arrabales, ciertas zonas de la justicia son tierra de nadie.
sábado, 2 de marzo de 2013
Medios o enteros¿? Miserias de la criminología mediática
Por Ricardo Ragendorfer:
Esas imágenes tomadas a casi 100 metros de distancia poseían una confusa vocación narrativa. De hecho, no era imposible confundirlas con las de la serie norteamericana CSI: Crime Scene Investigation: peritos con chalecos de la Policía Científica revoloteando en torno a un auto celeste, bajo la mirada de funcionarios judiciales y testigos. ¿Buscaban pistas de algún asesino serial? No era así. En realidad, se trataba de la pesquisa sobre un accidente de tránsito. El trabajo de los especialistas –que transcurrió durante la tarde del 26 de febrero en una calle de tierra aledaña a la Comisaría 5ª de Pilar– fue televisado en vivo por todas las señales de noticias, en medio de una notable expectativa. Desde las pantallas no se hablaba de otra cosa. Lo cierto es que el asunto había tenido un promisorio despertar ante la opinión pública y un no menos significativo desarrollo.
La primera información acerca de la muerte del vigilador Reinaldo Rodas, cuya bicicleta fue embestida desde atrás por un Peugeot 504 en la madrugada del 17 de febrero, se refería a un conductor anónimo que atravesó 18 kilómetros de la autopista Panamericana, hasta el peaje de Tortuguitas, con el cadáver sobre el capó del vehículo. Y –al parecer– sin darse cuenta de ello. Sólo el carácter tétrico de semejante circunstancia justificaba su despliegue en la prensa. Con el paso de las horas, tal versión cayó en la nada. Pero la espectacularidad del caso se mantuvo al trascender la filiación del automovilista: Pablo García, hijo del periodista Eduardo Aliverti. En ese instante, el accidente en sí fue relegado a un segundo plano para dar paso a la construcción de un ogro público. Un ogro con más de un gramo de alcohol en la sangre, cuya responsabilidad en lo ocurrido también sería extensiva a su progenitor. La criminología mediática no perdona.
Ahora, en la tarde de aquel martes, mientras los peritos trabajaban sobre el auto celeste, los movileros competían con efímeras primicias: "García tenía vencido el registro", reveló el de TN. "El Peugeot estaba a nombre del propio Aliverti", acotaría el de C5N. Estas palabras bastaron para que el animador del segmento, Eduardo Feinmann hostigara a Aliverti sin piedad. Otros comunicadores lo imitarían con creces. En paralelo, una guardia fotográfica del diario Perfil acechaba en la puerta de su domicilio
La criminología mediática había pasado a la acción. Y, como suele ocurrir en estos casos, muchas personalidades públicas no se privaron de expresar su opinión al respecto. Entre ellos, Mauricio Macri, quien aprovechó la ocasión para ponderar uno de los logros de su gestión: las bicisendas. "Nuestra idea fue que la gente se anime a ir en bicicleta sin miedo a sufrir un accidente fatal", dijo, con un tono increíblemente grave. Tal vez en ese instante su mente haya retrocedido hasta la madrugada del 5 de marzo de 1999.
En esa oportunidad, Macri –quien aún era presidente de Boca– regresaba de una fiesta organizada por un grupo de socios del club en la ciudad de Chacabuco, a 200 kilómetros de la Capital. Iba a bordo de un Peugeot 406 de su propiedad, junto al chofer Carlos Alberdi y los jugadores Martín Palermo y Diego Cagna. Los seguía el vehículo de la custodia.
Minutos antes de las dos de la mañana, Paula González, de 14 años, y Marta Grunewald, de 16, volvían a sus casas luego de salir de un local de comidas rápidas situado en la localidad de Moreno. En tales circunstancias, cruzaron en una bicicleta la Autopista del Oeste.
Macri, de pronto, pegó un grito. En ese preciso instante, la bicicleta cayó sobre el capot. Las astillas del parabrisas llovían sobre los ocupantes del auto. Y las dos adolescentes volaban hacia los costados.
Un testigo –el dueño de una pizzería cercana– aseguraría que Macri bajó del vehículo por la puerta del conductor.
Lo cierto es que, tras impartir breves instrucciones al chofer, partió junto a sus acompañantes en el rodado de los custodios. Alberdi, con una expresión demudada, quedó con las chicas que yacían sobre el pavimento. Después se acercó el pizzero. Y Macri, ya en la Capital, se haría un chequeo médico en el Hospital Italiano.
En tanto, Marta y Paula fueron llevadas a un hospital de Moreno. La primera sólo tenía una fractura de pelvis; la otra agonizaba.
El chofer se hizo cargo del accidente. El caso sería instruido por la fiscal de Mercedes, Miriam Rodríguez.
Por consejo de su padre, Mauricio visitó a las dos chicas internadas. Además se ofreció a costear los gastos médicos. Ello causaría una excelente impresión en la progenitora de Marta, quien no dudó en decir: "El señor es una buena persona, y le agradezco que haya venido para hablar conmigo. Mi hija me pide perdón a cada rato por haber andado en bicicleta en esa zona; ella sabía que no se podía."
A los dos días, Macri fue anoticiado sobre la muerte de Paula. Visiblemente afectado, voló a París para participar en una reunión de jóvenes sobresalientes.
A casi 14 años del trágico hecho, la doctora Rodríguez admitió que la causa fue archivada. "No hubo acusación", argumentaría.
–¿Es cierto –como dijo el testigo– que Macri era el que manejaba? –quiso saber Tiempo Argentino.
La respuesta fue:
–El testigo luego se desdijo.
Y la cuestión quedó en la nada.
Ya se sabe que, en algunos casos muy puntuales, la criminología mediática se declara incompetente.
Con ustedes el vocero de la oposición.
JJJJAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
lunes, 11 de febrero de 2013
sábado, 2 de febrero de 2013
miércoles, 31 de octubre de 2012
sábado, 27 de octubre de 2012
Suscribirse a:
Entradas (Atom)